El sonido de las astillas al romperse entre los dientes, el arrugamiento del papel y el silbido del aire al encenderse y apagarse el aire acondicionado... estos sonidos pueden convertirse en algo normal en casa, hasta el punto de que apenas se perciben. Pero, para un niño con misofonía, pueden ser el centro de atención de todo su día. La misofonía es el odio a los sonidos, y puede ser tan debilitante que su hijo no pueda concentrarse en nada más. ¿Qué la provoca y qué puede hacer si cree que su hijo padece este trastorno?
¿Qué es la misofonía?
La misofonía es un trastorno que provoca reacciones anormalmente intensas a los sonidos cotidianos. Estos sonidos pueden incluir la masticación, la respiración, el clic de un bolígrafo o el tictac de escribir en un teclado. En respuesta, la persona puede actuar de forma anormal, tanto emocional como físicamente. Una persona con misofonía puede sentir:
- Ansioso
- Incómodo
- El impulso de huir
- Asco
En algunos casos graves, la persona también puede reaccionar a indicadores visuales que acompañan a los sonidos. Los casos graves también pueden experimentar:
- Furia
- Ira
- Miedo
- Odio
- Pánico
- Angustia emocional
¿Qué causa la misofonía en los niños?
No existe una única causa conocida de la misofonía, pero algunas teorías sugieren que podría afectar al funcionamiento del sistema nervioso central o al modo en que el cerebro filtra el sonido. Además, la misofonía puede aparecer a partir de los 13 años, y la mayoría de los afectados son niñas.
7 señales de que su hijo puede padecer misofonía
1. Sensibilidad acústica
Su hijo puede reaccionar de forma sensible a los sonidos. Estos sonidos pueden incluir masticar, respirar, chasquear los labios, roncar, hacer clic con el bolígrafo, olfatear y otros sonidos repetitivos.
2. Reacciones automáticas
Cuando se expone a estos sonidos, su hijo reacciona inmediatamente con una respuesta física. Puede ser una reacción de disgusto o incomodidad. Pero también puede incluir una reacción emocional, como enfado o irritabilidad.
3. Modo de vuelo
Al oír los sonidos, su hijo puede intentar huir del área inmediata. Puede verle correr de una habitación a otra hasta alejarse del sonido.
4. Evasión
Si su hijo padece misofonía, observará que evita los sonidos que la provocan. Si se trata de chasquear los labios, es posible que evite a las personas que se los chasquean a menudo. Si le provoca masticar alimentos, es posible que no le guste ir a restaurantes e incluso que se pierda las comidas.
5. Imitación de
En algunos casos poco frecuentes, su hijo puede imitar el sonido que lo provoca. Lo hacen en un intento de disminuir su respuesta de dolor. Esto puede ocurrir cuando otra persona hace el ruido o poco después de que se produzca el sonido.
6. Empeoramiento de la sensibilidad
La sensibilidad de su hijo puede empeorar con el tiempo, desde el enfado hasta el comportamiento físico. Su misofonía también puede convertirse en misocinesia. Esto significa que, además de activarse por los sonidos, también empezará a reaccionar a los movimientos físicos que acompañan a esos sonidos.
7. Fallo de funcionamiento
Un signo inequívoco de que su hijo padece misofonía es que no puede desenvolverse cuando le provoca este sonido. Esto puede ocurrir en la escuela, con la familia y en situaciones sociales en general.
Opciones de tratamiento de la misofonía
Si cree que su hijo puede padecer misofonía, debe consultar con su pediatra para obtener un diagnóstico. Una vez diagnosticado, puede empezar el tratamiento. Éste se concreta de varias maneras. Un audiólogo puede desarrollar estrategias de afrontamiento para ayudar a su hijo en situaciones cotidianas.
Su hijo también puede necesitar un audífono que produzca un sonido relajante. Esto puede sustituir a los ruidos desencadenantes que oye a lo largo del día. Y, en algunos casos, la terapia conversacional puede ser eficaz para aprender a enfrentarse a los sonidos desencadenantes.
Los cambios en el estilo de vida también pueden ayudar a afrontar los sonidos desencadenantes. Hacer ejercicio con regularidad, dormir bien y controlar el estrés pueden ayudar a reducir el impacto de los sonidos desencadenantes. El uso de tapones para los oídos y auriculares también puede ayudar a limitar los sonidos que pueden causar angustia. También es recomendable habilitar zonas tranquilas en casa donde el niño pueda refugiarse si se siente abrumado.
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