Cualquiera que sea padre -o que tenga una cuenta en las redes sociales- conoce bien el actual debate en torno a las vacunas infantiles. Por un lado, están quienes defienden la necesidad de la vacunación para proteger a los niños de enfermedades prevenibles y mantener a salvo a los niños inmunodeprimidos. En el otro extremo del espectro, hay padres que dudan de ciertas vacunas por temor a los daños que pueden causar algunas de estas inyecciones. ¿Quién tiene razón? ¿Quién se equivoca? ¿Existe una zona gris? Para que le resulte más fácil decidir qué es lo mejor para su hijo, es fundamental separar los hechos de los mitos.
5 ideas falsas sobre las vacunas infantiles
Mito nº 1. Algunas de estas vacunas son innecesarias porque estas enfermedades fueron erradicadas hace décadas.
Realidad: Enfermedades que solían ser comunes en torno a la década de 1940 -como la poliomielitis, el sarampión y el tifus- son raras hoy en día precisamente gracias a la vacunación generalizada. Sin embargo, esto no significa que estén erradicadas. Para utilizar tal término, la afección debe estar totalmente eliminada en todo el mundo. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, al menos 80 millones de niños menores de un año corren el riesgo de contraer esas enfermedades debido a la interrupción de la atención médica por la pandemia de COVID-19.
Mito nº 2. La industria farmacéutica se beneficia de la vacunación universal, pero no hay pruebas objetivas de que estas vacunas sean seguras.
Realidad: En Estados Unidos, las vacunas deben someterse a un minucioso proceso de selección. En primer lugar, se someten a ensayos clínicos, diseñados por un equipo de científicos y médicos. A continuación, son supervisadas de cerca por otros profesionales sanitarios experimentados. A continuación, la Food and Drug Administration (FDA) debe aprobar y autorizar estas vacunas.
Mito nº 3. Las vacunas pueden causar autismo en niños pequeños
Realidad: Aunque los factores ambientales -como los embarazos espaciados menos de un año, la edad avanzada de los padres en el momento de la concepción y/o las complicaciones en el parto- pueden aumentar el riesgo de autismo, no hay datos científicos que relacionen las vacunas con los trastornos del espectro autista. Además, en 2013, The Journal of Pediatrics publicó un estudio realizado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) que evaluaba la asociación entre el autismo y las vacunas administradas habitualmente durante los dos primeros años de vida. El estudio concluyó que dichas vacunas no están asociadas a un mayor riesgo de autismo.
Mito nº 4. El sistema inmunitario del niño está preparado para hacer frente a las enfermedades comunes que se pretenden prevenir con las vacunas.
Realidad: Si bien es cierto que el sistema inmunitario está diseñado para proteger a las personas de las enfermedades -y que exponerse a enfermedades puede reforzar la inmunidad mediante la creación de anticuerpos-, cuando se hace un análisis de riesgos y beneficios, es más beneficioso para su hijo vacunarse contra enfermedades prevenibles. Por ejemplo, en 2018, más de 140.000 personas murieron de sarampión, la mayoría de ellos niños menores de cinco años. Sin embargo, la vacuna contra el sarampión ha permitido reducir en un 73% las muertes de niños en todo el mundo.
Mito nº 5. Las vacunas contienen toxinas venenosas
Realidad: Este mito proviene de la preocupación por la presencia de formaldehído, aluminio y mercurio en ciertas vacunas. Sin embargo, en Estados Unidos las vacunas sólo contienen trazas de estos ingredientes. Además, el formaldehído está presente de forma natural en el organismo, y las cantidades mínimas incluidas en las vacunas inactivan los virus y desintoxican ciertas toxinas.
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